En un vasto y árido paisaje desértico, donde la belleza de la naturaleza se entrelaza con la sed, tres antílopes buscan agua desesperadamente debajo de la arena. El pelaje de color canela de los tres animales se camufla sorprendentemente bien en este entorno hostil. Sus movimientos son calculados, pero impacientes; cada paso es una cuestión de supervivencia. Tiempo atrás, en ese punto solía haber un pozo, pero hoy el desierto se extiende hasta el horizonte en todas direcciones. La desertización tiene un impacto devastador para los ecosistemas, provocando cambios en la flora y la fauna autóctonas, y también para las comunidades humanas que dependen de ellas, especialmente en regiones ya vulnerables y con poca resiliencia.
Entre 1990 y 2020 se han perdido aproximadamente 420 millones de hectáreas de bosques, y se estima que la tasa de desertización puede aumentar un 10% durante las próximas décadas. Un tercio de este proceso está causado por actividades humanas como la deforestación, las prácticas agrícolas no sostenibles, la explotación de los recursos naturales, el uso inadecuado de los recursos hídricos o, por encima de todas las demás causas, la emisión de gases de efecto invernadero.
“ La temperatura media global del planeta
ha aumentado 1,1 grados desde la época preindustrial
— Naciones Unidas
